*Una poderosa y altiva dama de belleza azteca y una mujer sombría envuelta en un rebozo rojizo, son sólo una muestra del arte del grafiti en dos emblemáticos callejones de la ciudad de Xalapa
Carolina Miranda
Xalapa, Ver.- El chipi chipi cubre la empedrada calle de la ciudad de Xalapa y la neblina que se levanta poco a poco deja distinguir colores vivos de rostros y figuras en añejos muros.
Los semblantes de mujer, los rostros masculinos, calaveras y animales, con trazos depurados, emergen de la bruma que invade a la ciudad. Una muestra de la propia naturaleza urbana.
El arte que emerge a través del grafiti en las paredes de una callejuela llamada antiguamente como el Callejón del Aire, da la impresión de que siempre estuvo ahí, que son nuestras cuevas de Altamira, y que el artista solo las hizo visibles a nuestros ojos, pero en realidad tienen toda la vida bajo esos muros que nos parecen ya eternos.
Una poderosa y altiva dama de belleza azteca, de mirada profunda y con la mitad del rostro vuelto huesos, embellece el Callejón de José María Roa Bárcena y el emblemático Callejón del Diamante en el centro histórico de la capital veracruzana.
Imposible no ver a la otra mujer sombría envuelta en un rebozo rojizo, al lado de una puerta de madera enmohecida y una fuerte reja de metal, como si fuera la entrada al alma de la figura de ultratumba.
Así como en un bosque vemos árboles y ríos, en una ciudad observamos postes y calles. Xalapa es un ente vivo, organizada por arterias, por órganos centrales, pero tiene también sus rostros y sus fachadas que nos trasladan a la niñez y a nuestra adolescencia.
El fondo negro nos permite entrar a la naturaleza urbana, con seres de ultratumba, rostros reales y figuras de tradiciones. La cotidianidad de una urbe sumida en el caos vial sigue, para fortuna de muchas, sin arrebatar la sorpresa al mirar los murales urbanos.
Deambular por la calle en honor al escritor xalapeño, recordado como periodista, historiador, novelista y poeta, es permitirse flotar por esas rocas convertidas en calle, dejarse ir junto a la neblina.